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Tal vez, por ser afortunado en el querer
no he sido desconfiao pa' la mujer
siempre supe entreverarme sin complicarme
y al fin largué.
La fui de mozo vivo y rompedor
mientras duró el jueguito ligador,
pero la última fulana
me adelantó el reloj.
La vi pasar y me enredé
en la armonía de su andar
¡Qué monumento al churro aquel!
¡Qué calidad!
Nunca creí, ¡pobre de mí! que esa fulana fuera mi fin.
Cuando mi orgullo de varón
entró el en juego de plantones y de ruegos
que ella lo esquivaba así.
¡Que no puedo! ¡Que quién sabe!
¡Que esta noche! ¡Que mañana!
La cuestión que la fulana,
me dio el dulce y lo mordí.
Ya ven
que aquel mocito taura y rompedor
hoy es un convencido jugador
bien calladito y conforme
con su uniforme de changador,
la pinta es puro grupo y nada más,
hay que vivir en serio y trabajar,
y buscar a la fulana
que a uno lo haga cambiar.
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